febrero 11, 2011

Apelando al Pasado (Relativismo de Soledad)

Desde mis barrotes aprendí  
que me ama la sirena que vi,
 su canto es muestra del amor
 regresa a mi corazón su esplendor.
 Vivo para mi aventura
 aquella que en mí perdura,
 en el tiempo de historia
que engrandece mi memoria.

En un momento de plena soledad, donde me acompaña el sonido de la música que amo, el son de mis gatos al jugar y mi muy intrincada mente, en ese pequeño lapso comienzo a pensar en el pasado. Un tiempo previo lleno de mil maneras de relajarme, tiempo en el cual disfrutaba una tarde sin necesidad de revisar el reloj y, por lo tanto, no corría presuroso a algún lugar por temor de llegar tarde. Sólo estaba, como un árbol o una piedra, por gusto de ser. 

Cierta personita me dijo un día que era preciso vivir con intensidad cada minuto, pues -desde su perspectiva- no hay mucho tiempo. Empero, ¿qué intensidad recibe una vida que no quiere remembrar el pasado? Poca, digo yo. El pasado ha forjado nuestro presente, dicho esto, no debemos obviar las cosas que hicimos, dijimos, comimos o que no logramos; asimismo, el tener presente las fallas que tuvimos o que tuvieron para con nosotros es bueno, coadyuva a nuestro ánimo de superación.

Pero quizá no todos estamos preparados para eso, existe la probabilidad de que nuestra mente no quiera recordar porque aún duele, porque aún se experimenta la tristeza, la extrañeza, indiferencia, decepción, el sentimiento de pérdida o culpa... No podemos -queremos- recordar porque no sabemos perdonar. 

Personalmente  me cuesta trabajo perdonar, lo admito, pero una vez que lo hago no tengo mayor problema con recuperar los hechos que alguna vez me molestaron. Igualmente, mi enorme ego impide que me de cuenta que no todos son como yo y que, si bien ya han perdonado, no es de su agrado el hacer una retrospectiva y traerla al presente -mi error-.

¡Ja! Tantas peleas que pude haber evitado... 

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