septiembre 23, 2011

Entre mil demonios y una sombra

"Light creates us all Pride will make us fall Life is meaningful Life delight us all"
Epica. Kingdom of Heaven. Consign to Oblivion Album

Esta noche puedo decir que me siento diferente, pero de una manera poco grata, me siento tan distante de mí mismo, tan ligero de mis pensamientos, pero tan cercano a mis miedos, que me da miedo seguirme viendo. Por muy extraño que pudiera leerse, me falta luz, no de sol, no de un foco amarillento; perdí una luz que no había conocido antes, brillante y sabia.... cosas que me faltan.


Esta noche he tenido la necesidad de llorar, de derramar esas gotas saladas y dejarlas secarse por sí mismas, o por efectos del aire o yo qué sé... pero que dejaran una marca en mi cara, quizá no permanente, quizá no muy visible, pero una cicatriz que sólo yo sepa que existe, que sólo yo sienta que duele,que sólo yo la aprecie como deba ser apreciada, que sólo yo la odie como deba ser odiada, que sólo yo la olvide cuando sea el tiempo de llorar por otra razón.

Pero no puedo llorar, intento juntar suficientes lágrimas para que al fin puedan liberarse de la prisión de mis ojos y nada, ¡nada!. No creo haberme olvidado cómo llorar, y tampoco es que reprima el llanto, e intento sensibilizarme más de lo que estoy acostumbrado, pero el resultado es le mismo: ojos y mejillas secas, sin marca o cicatriz, sin tranquilidad y aún sin mi luz.

En una situación normal, mi orgullo me levantaría (después de acomodarme dos o tres bofetadas bien merecidas), y en poco tiempo estaría de vuelta en el camino, de regreso a la vida que me planteo. Sin embargo, creo que mi orgullo anda de vacaciones, pues no se ha molestado en rescatarme de este peñasco de auto-tortura, que después de tres días comienza a verse muy normal en mi anormal vida.

Ni hablar de mi conciencia, que de por sí no está muy ubicada. Estos días he pensado que tiene un romance con mi orgullo, sólo así se explicaría por qué ni uno ni otro han llegado a despertarme de mi ingrato sueño, y por qué sigo escribiendo palabras tan vacías como la envoltura de un dulce de algún niño con caries. 

Lo que más me duele de no poder llorar, es que me duele el hueco que está aquí, un orificio que no puedo llenar con pasteles, cigarros, alcohol, libros ni poemas; un espacio que se niega a ser confinado al olvido, y que su necedad impide me resigne a rendirme... y quizá por hoy me rindo. Sólo por hoy.

Contando...